lunes, 16 de enero de 2012

Susan


Por Cherman Sanz "aka" Velvet Revolver.


Solía hilar los destellos de luz en las penumbras de mi soledad y dibujar con sus hilos mil imágenes, que mas tarde transformaba en sueños sobre la almohada.
Recuerdo que me gustaba dejar a las personas hablar, para que en mi mente resonaran los ecos de sus voces articulando las escenas que en mi cabeza iba recreando, como si fuera el dramaturgo de una gran obra en plena construcción imaginativa.
¡Era fantástico! Escaparme de casa y salir a recorrer el mundo donde siempre me aguardaba una aventura, una historia que contar. Los absurdos que todos daban por sentado eran emocionantes para mí, como el silencio de la noche mi aposento natural, el lugar que siempre elegía para soñar, aún despierto.
Soñaba que ella miraba al pasar a un joven apuesto y que ese joven era yo, que mis dedos se entretejían entre sus cabellos y prometía eso que muchos llaman amor. Divagaba con que su cuerpo brillaba bajo la luna desnuda a lo lejos, mientras mis labios se unían con los suyos danzando.
Sueño recurrente si lo tuve. Tristemente hoy lejano.
Jamás pude tener a una mujer envuelta entre mis brazos, hasta sentir la extenuación de éstos por la propia repetición del acto, ni amarla como en la recurrencia de mis sueños pasados, pero se de buena fuente que no hay más grande satisfacción que amar a una mujer.
Susan se hacía llamar, decía que aunque no era su nombre verdadero era como a su padre le hubiera gustado llamarla. Solía contar que cuando estaba dentro del vientre materno y surcaba los desfasajes de la no existencia oía el eco que abrumaba su mundo, el cual se resumía en el cantar de un ángel que le susurraba “Susan.” Según decía era una cálida y dulce voz melódica que provenía fuera de los límites angulares que estaban a su alcance. Esa extraña sensación de regresión a los periodos inmateriales de su vida que la asediaban en las noches tumultuosas, las cuales le hacían percibir un cosmos nuevo alejado de las formas conocidas por el hombre y que la acercaban peligrosamente al mío, fueron algunos de los pequeños detalles que me impulsaron a amarla.
Mi bella Susan, jamás conoció a su padre, murió según conto en un conflicto entre milicias en Centroamérica cubriendo las noticias como reportero. Una bala perdida llevaba su nombre por azares del destino y acabo con su vida el mismo día en que los ojos de la pequeña Susan se abrieron al mundo.
Le gustaba hablar sobre él, reproducir las historias que su madre le contaba. Cuando lo hacía, su cuerpo se estremecía y su voz se sumergía dulcemente a un tono suave, más aún si cabe, mientras yo me paralizaba escuchándola atentamente, captando cada palabra, construcción, vibración y dejo de la historia.
Me embebía en ensoñaciones y en ellos  reclamaba el lugar que su difunto padre representaba en sus sentimientos. Bebía de su amor como un pirata, entre las sombras y me sorprendía a mi mismo en ocasiones soñando despierto mientras ella contaba alguna de sus aventuras.
Mi Susan tenia la piel lisa y suave como el tacto sobrio que se produce al tocar las alas de una mariposa, uno no puede simplemente acariciarlas sin que se le movilicen las entrañas y le brinque el corazón dentro del pecho. Su aroma era solo comparable al de un bastión de lilas florecidas en primavera y sus labios, los que una vez pude probar, sabían a cerezas tintas regadas sobre los míos.
Me hacía sentir especial, sabía que su trato conmigo era diferente al trato común que tenia con los demás, la forma que tenia al acercarse, al dejarse sumergir en largas conversaciones que nos tenían como protagonistas, en las reconstrucciones de otros mundos que nada tenían que ver con el nuestro y que sin embargo lo tenían, porque estábamos ahí, en él, alzándolo juntos para el deleite de nuestros sentidos.
Cada vez nos fuimos uniendo más y más, en las noches frías de este último otoño nos escapábamos y nos reuníamos a escondidas bajo un viejo árbol que ceñía las orillas del rio, testigo y parte de nuestras andanzas. Nos tomábamos las manos y nos prometíamos la eternidad.
No eran meras palabras, lo sé. Lo supe una noche cuando recostados sobre un colchón de ramas sus lágrimas salpicaron mis mejillas. La vida, como tal ya no le era suficiente y divagaba con la idea de experimentar la extravagancia de pertenecer a aquellos mundos de los cuales solíamos hablar.
Lugares extraños, lúgubres, amorfos, donde el alma esta puesta a flor de piel en las sensaciones, en los desliz de los pequeños actos y en donde el asomo de un pequeño albor es suficiente para marcar el camino.
Majestuosos terrenos enmarcan estos mundos, donde la mente se alza y se eleva sobre si misma alimentándose de sueños imposibles, mundos profundos, perdidos y ahogados semejantes al fondo de un mar, donde solo unos pocos elegidos pueden habitar, converger y alcanzar la plenitud de sus encarnaciones en vida.

«Susan, mi dulce Susan de belleza incomparable, mas incomparable aún por su fortaleza y singularidad de ambiciones. Adelanto su viaje sin pactar un encuentro. La encontrare lo prometo o me encontrara estoy seguro, en los edenes de aquellas tierras perdidas por los hombres y los ángeles. Culpable soy de su locura, lo sé».

Ya no quisiera extenderme más en este relato que con tanta dificultad logre invocar desde las recónditas criptas de mi meollo corazón. Asique con toda la pena que inunda un alma en desdicha pasare a narrar el final de esta historia y de mi existencia.
Una tarde esperando a que llegue la hora de nuestro encuentro, me envalentone con el regocijo de un pensamiento y me jure que ése, sería el día en que le diría lo indispensable de su vida en la mía y así con suerte volvería a beber de sus labios las cerezas tintas y regar con ellas mi alma florecida de eterno amor.
Cayo la noche en el pequeño pueblo y la brisa comenzó a silbar una canción amarga, que sabia a despedidano tuve noción del tiempo, pero estuve esperando largas horas a orillas del río, esperando a que me sorprendiera milagrosamente por detrás como solía hacer, dando esos pequeños pasos silenciosos, posando sus manos delicadas sobre mi espalda y rodeándomela hasta abrazar mi pecho. Su aroma a lila y melaza se sentía a metros y siempre mis sentidos se alertaban cuando estaba cerca, me obligaba a hacer un trabajo sobrehumano al mantenerme estático y fingir no oírla, así siempre podría sorprenderme y abastecerme de su cálido abrazo.
Pero esa noche, nunca llego. Me quede allí, hasta que los primeros rayos del alba se proyectaron y cercenaron mis ojos, que hasta entonces permanecían emboscados por quimeras relacionadas al júbilo de un sueño de eternidad.

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«La conocí dotada de una gracia divina, pura y maldita. Llena de luz y sabiduría, fue algo más que un simple mortal en esta tierra perversa y tirana, fue una santa que pago con su vida por el mero propósito de intentar alcanzar su propio destino. Un destino alejado de las arraigadas formas que el ser humano conoce o podría conocer, un lugar inhóspito mas allá de este limbo inerte, que desencadena en algo semejante al paraíso»


Lo último que supe de ella es que se arranco los ojos con una cruz de plata en una especie de ritual con velas y un gran espejo. Finalmente fue llevada contra su voluntad al psiquiátrico de la ciudad, donde le diagnosticaron un tipo de demencia severa relacionado con el campo de lo místico. En sus delirios solía dar detalladas descripciones de un mundo cosmos geográfico  paralelo al nuestro que se encontraba sumergido en las tinieblas de la oscuridad y el cual según decía, era el aposento final de las almas inmaculadas.
Dijo también que el primer paso en sacrificio era entregar el sentido que engendra todos los males, en un ritual que los médicos describieron como satánico. Todo esto lo confeso bajo procedimientos de dudosa índole, según un testigo de identidad reservada del lugar.
Oficialmente estuvo tres meses y tres días privada de su libertada, sometida a los más inescrupulosos y grotescos métodos psiquiátricos hasta que por fin encontró la muerte.
Mientras todo esto sucedía, fui enviado muy lejos a un tratamiento concerniente a células madres para recuperar el sentido de la vista, que me había sido imposibilitado desde el mismo momento de mi nacimiento. El procedimiento fue un éxito, el velo que mis inútiles ojos registraron toda su vida por fin había cedido, dando lugar a un nítido e ilustre mundo de posibilidades que hasta entonces siempre se me estuvo negado. Hace tres días que regrese al pueblo, hace tres días que mi Susan murió.

«Único culpable soy de su nefasto malestar, por conocerme, por adorarme con ardiente pasión y descubrir en mí un espíritu solemne y redentor, dejo embaucarse con total sumisión en aquellas noches otoñales y fue capaz de divisar en aquel estado febril que juntos dominábamos en nuestras charlas un camino dogmatico de inmaculada fe. Fue capaz de ver con el corazón y sentir con el alma entera el mundo que se esconde tras el mundo, la vida que se oculta divergente tras un sueño»

En su morada final donde aun descansa su cuerpo, fue donde la vi por primera vez, esta vez como un mortal ve a otro mortal, fue cuando los tumultuosos recuerdos de su existencia brotaron  de pronto sobre mi asolada mente, recordándome lo ingrata de mi existencia. No puedo si no decir, que dios se llevo a su más admirable ángel, mi ángel.
Estaba recostada sobre un ataúd de madera con detalles en marfil, con sus delicadas manos pálidas cruzadas sobre su pecho y un vestido de seda blanco, símbolo de su pureza. Tenía cerrado sus ojos y su boca roja sobresalía de sus delicadas facciones invitándome a un último beso, asique sin más, la bese… mis labios se suspendieron sobre los suyos y una lagrima me broto tímida sobre su rostro. La ame de eso estoy seguro. Tan seguro como se que ella aguarda en esas tierras lejanas, inmaculada, esperando a que camine por esa milla regada de velas y penetre el umbral que sirve de puerta, para abrazarla.
Quedara por siempre ese colchón de ramas servido para los amantes aventureros, bajo el gran árbol que mece sobre el rio y guarda sobre su lomo, la inscripción ciega de dos amantes fugitivos que hoy ya pertenecen al ayer.

Fin.

1 comentario:

  1. wow me encanto cada palabra, felicidades al autor, es demasiado profundo ...perfecto


    esta frase entre otras me mató: Solía hilar los destellos de luz en las penumbras de mi soledad y dibujar con sus hilos mil imágenes...

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