miércoles, 30 de mayo de 2012

Fiebre hospitalario

Por Pablo Puglisi.



Se abrió la puerta…  solo se escuchaban murmullos, eran dos hermosas enfermeras ingresando al cuarto, con sus risitas picaronas y agarradas de la mano, como buscando algún escondite o sitio para tener una de sus pequeñas travesuras. Y lo encontraron, era el lugar adecuado, era el cuarto de un hombre que estuvo en coma veinte años. Total… quien iba a querer ingresar a ver a un hombre que estuvo tanto tiempo sin haber dado ni un signo de vida en todo este tiempo.
 Y si… ahí estaban, con sus chaquetas blancas bien apretadas, desprendidas hasta la mitad provocando que se les marcaran sus pechos. Decididas a emprender un viaje único y satisfactorio, una acariciaba a la otra, posando una de sus manos sobre la cintura y la otra en su cara, con sus besos devoraban esa energía de placer que llevaban dentro, dejando viajar así, el calor de sus labios y la humedad de sus lenguas,  explorando su cuello y hombro, para despertar ese goce que encienda fuego dentro de ellas, ese placer, esa excitación.
Ya han transcurrido cinco minutos, y estas mujeres estaban encendidas. Pero algo tímidas, se cruzaban miradas, risas, y el juego no parecía ser más que algunos coqueteos y besos desenfrenados. Pero entonces, una de ellas agarro a la otra, la llevo contra la pared, y le dijo:
—    “ Nadie te encontrara, tienes que ceder”

Con una sonrisa en la cara le respondió:
      — “Claro Lorena, ven a mi”
            Estaba todo dicho,  Lorena estaba segura de que Valeria, aquella enfermera de baja estatura, pelo siempre recogido, con pechos de gran tamaño y glúteos hermosos,  estaba dispuesta a todo. Así que la tomo de la abertura de la chaqueta y tiró. Le quito la ropa en un suspiro. Valeria quedo frente a ella, sorprendida e indefensa con sus manos cubriéndose los pechos, ya que no había traído sostén. Lorena miro a ambos lados, noto que nadie estaba ahí, y desprendió lentamente su chaqueta, a Valeria le gusto. La misma paseaba sus manos sobre la piel suave del torso de su compañera, mirándola fijamente a los ojos, con una mirada seductora, mordiéndose los labios o mojándoselo al contacto de su lengua. Le paso sus brazos por el costado, consintiéndole dar un abrazo. Su baja estatura le permitía apoyarse sobre los pechos de ella, acariciándole la espalda, clavándole sus uñas, y bajando lentamente. Lorena traía sostén, pero no duro tanto,  su compañera se los quito.
            Lorena aprovecho que su compañera estuviera contra la pared, se abalanzó a ella, chocando sus torsos descubiertos, pegando sus pieles suaves, entonces comenzó a bajar, besando su cuello, acariciando sus pechos y a besarlos. Posada en sus pechos, saco su lengua y empezó a saborear sus pezones.
Valeria, Con sus manos acariciándole el pelo, la invitaba a bajar hacia su abdomen, lentamente. Ella no se resistía, era mucha la excitación. Pero sabía que no podía ni gemir, ya que estaba en el cuarto de un hospital. Lorena, arrodillada, presionaba sus glúteos, y con cuidado bajaría lentamente el cierre de la pollera.
Levanto su mirada, y dijo

—    “Así que no usas ropa interior”
Ella sonrojada, con un poco de timidez, le contestó:
—    “Y… bueno, una nunca sabe con qué situación se puede encontrar, además siempre lo hice, a los paciente le gusta”

—    “Siempre supe que tenias una perra dentro, no sabes hace cuanto esperaba tenerte aquí, desnuda” Dijo Lorena

—    “Pues baja, y aprovecha de mí”.
Ni lo dudo, Lorena bajo su cabeza, y con su mano izquierda levanto la pierna de Valeria y la posó sobre su hombro. Claro, estaba arrodillada. Comenzó a lamer  entre los bordes de la vagina  y el muslo. La respiración de Valeria se aceleró, y ésta comenzaba a agitarse, sus manos no se despegaban de la cabeza de Lorena.
Lejos de poder aguantarse, soltó su primer gemido.
“Lo haces tan bien!!” Exclamo.
            Luego de algunos minutos, Lorena se puso de pie, la agarro de la mano y la subió a la cama, no les interesaba que estuviera el paciente ellas continuaban con lo suyo.

—    “¿Quieres mas diversión, muñeca?”, dijo Lorena, con una mirada desafiante. Sin dejar que su colega conteste, saco del bolsillo de su chaqueta, que estaba tirada en el piso, un pequeño aparatito.
—    “¿No tengo escapatoria?” pregunto.
—    “Claro que no”, contesto Lorena, Se acerco a ella, como lo haría una vedette en una obra o como lo hace una mujer en un cabaret. Encendió el aparatito, lo coloco en sus pechos, luego fue bajándolo por su torso, hasta llegar al comienzo de su pollera, se acerco y entonces  hizo lo mismo a su compañera, quien ya estaba desnuda.
Mojó un poco el aparato vibrador y lo fue llevando desde el pie hasta su vagina, El viaje de ese pequeño juguete, era eterno para Valeria, que volvía a gemir, y no paraba, su respiración aceleraba, no aguantaba esas sensaciones, movía las piernas , tratando de cerrar paso, pero a la vez quería sentir esa sensación. Y llego, el aparato de sitúo en el borde de su vagina, provocándole mucha excitación,  se mordía los labios, con sus manos se tocaba los pechos y también los de Lorena, quien sonreía , al ver lo que estaba causando, le encantaba verla así, frotaba con su mano izquierda sus partes, mientras que con la otra sostenía el vibrador. Era increíble. Pero un grito, de desahogo, por parte de Valeria, Frenó todo. Estaban en un cuarto del hospital, tenían que pasar lo mas desapercibidas posible, pero ella no aguanto, largo ese grito, quizás fue un orgasmo provocado por su compinche. Se miraban, no sabían que hacer, pero nunca se les borro la sonrisa de sus caras. Se besaron, y decidieron juntas volverse a encontrar al amanecer, cuando terminen sus turnos de guardia.

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