miércoles, 20 de junio de 2012

CUM LAUDE

Por Ester Carillo.


—Lo siento bonita, pero no hablo chino— dije mientras apuraba la última calada de mi Chester— si no, hubiese cedido a tus súplicas antes de torturarte por primera vez, hacía ya meses.
Miré al asustado y pálido rostro petrificado delante de mí. Acercándome a ella, la arranqué el trozo de esparadrapo que tapaba su boca.
—¡Lo estamos consiguiendo pichona mía!-susurré al oído.
Al acercarme más pude comprobar que el lóbulo de su oreja derecha, el cual había cercenado noches antes, estaba comenzando a cicatrizar.
—Esta noche no va a ocurrir- dije subiendo las escaleras de la bodega—y cerrando la puerta tras de mí, pude escuchar como ella rompía a llorar.

Ahora que me había convertido en el experimento de un loco, repasaba día a día todos los errores que había cometido en mi vida, y desde luego, de todos los cometidos, haber estado esa noche en aquella acera había sido el peor…
La sangre de los cortes de las piernas empieza a coagular y siento que día a día con cada tortura, cada vez que Él desliza su navaja por mi cuerpo sale de éste cada vez menos sangre, pronto ya no habrá nada que brote, se habrá marchitado y yo seré libre…
“Esta noche no va a ocurrir”, había dicho Él; no sé cuánto tiempo más podría aguantar. Estar en esta bodega húmeda y fría me perfora los huesos. ¿Cuántos días llevo ya allí?-Ya no me acuerdo. Alzo la vista y sólo veo el ennegrecido y mohoso techo de la habitación, mientras busco a un Dios que hace mucho tiempo que me ha dado la espalda…  

Bueno, las cartas bocarriba, soy estudiante de último curso de Criminología. Estuve mucho tiempo deliberando cual iba a ser mi proyecto de fin de carrera y llegué a la conclusión de que debía ser algo apoteósico para conseguir la calificación cum laude, pero, ¿cómo sería capaz de impresionar a mis profesores y catedráticos?
Durante meses estuve en archivos y bibliotecas de la ciudad documentándome sobre todo tipo de torturas; visité museos, consulté a los más importantes teóricos, me empapé de películas snuff y entonces lo vi claro y fue cuando di con Liu.
Cuando la conocí, Liu se vendía en un cruce de calles a las afueras del barrio chino. ¿Una prostituta desaparecida?- A quién coño le importaba; nadie iba a mover un dedo por encontrarla, ni siquiera su chulo; daba una patada a una piedra y le salían cinco pequeñas Lius dispuestas a hacer lo mismo que su antecesora con la misma devoción. Mi plan estaba saliendo poco a poco a pedir de boca.
Liu era una prostituta rutinaria; tras días observándola a una distancia prudencial, sabía que todos los viernes por la noche a la misma hora, iba a estar en el cruce de calles habitual. Aparqué en la acera, conecté los faros del coche y dejé que se acercase e hiciese todo el numerito prostituta-cliente de rigor.
—Hola guapo-dijo en un inglés macarrónico.
—Hola preciosa ¿Por cuánto?
—Completo sesenta dólares.
—Conforme, sube.
Ella se subió al auto y me dedicó una sonrisa de dientes nacarados, ¡pobrecita, qué inocente!
Media hora después llegábamos a mi casa; bueno técnicamente no era mía, era de mi abuela, cedida caritativamente a su único nieto, un servidor, mientras ella permanecía en una residencia de ancianos tras sufrir una nueva recaída.
Una vez en el salón, tras forcejear un poco con ella, la inmovilicé atándola de pies y manos, la tapé la boca con un trozo de cinta aislante, y tomándola en brazos la bajé por las escaleras que conducían a la bodega, la cual iba a ser su última, y apostaba el cuello, más acogedora morada.
¡Qué bien lo pasamos Liu y yo durante todos los meses que duró mi proyecto de fin de carrera! Resultaba delicioso verla asustada; notar como perdía día tras día las esperanzas de salir con vida cuando mi trabajo llegase a su fin.
Nunca abusé sexualmente de ella; de hecho el sexo siempre me había dado asco y si encima era con una prostituta pues ya ni te cuento. Por el contrario, disfrutaba de su cuerpo de otra forma: le hacía cortes, lo quemaba, lo hacía sangrar…pero sin lugar a dudas, mi parte favorita tenía lugar por las noches; ella me miraba con aquellos ojos rasgados, sollozantes, suplicando que acabase de una vez con su dolor y yo respondía siempre “esta noche no”. ¡Y oh, su cara de decepción resultaba tan hermosa!
Pero tras casi medio año dedicado en cuerpo y alma, el proyecto llegaba a su fin y aquella noche sí que sucedió. Fui muy minucioso con la culminación de mi trabajo; si yo quería una calificación cum laude, la muerte de Liu debía estar a la altura.
No me extenderé demasiado en el particular, creo que le debo eso a Liu por todos sus servicios prestados, pero sí os diré que hubo gritos, lágrimas, súplicas, vísceras y sobretodo sangre, mucha sangre.
En resumen, la elaboración del proyecto me ocupó casi seiscientas páginas, más múltiples fotografías que le iba sacando día a día a sus heridas, más una película que mostraba las últimas horas de la vida de Liu.
Creo sinceramente que he hecho un trabajo magistral: notas al pie de página, bibliografía bien datada y cumplimentada, objetivos claros…sean justos conmigo ¿me merezco o no me merezco una calificacióncum laude?

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