viernes, 1 de marzo de 2013

La habitación de metal

Por Patricia Porta.



—Dime todo lo que sabes —Le dijo un hombre que acababa de entrar en la habitación.
Raúl frunció el ceño. Trató de aclararse las ideas, lo último que recordaba era haberse quedado dormido en su habitación en la tienda comercial.
—No entiendo a qué te refieres —respondió después de unos segundos—. Estaba durmiendo tranquilamente, y ahora me despierto aquí, atado a una silla, dentro de una habitación toda de metal —miró para todos lados—. Yo no hice nada malo, no entiendo por qué me apresaron.
—¿Qué estuviste haciendo estos últimos ocho años?
—Sobrevivir.
—Dime cómo comenzó todo ¿Qué sucedió hace ocho años?
Raúl pestañeó varias veces, incrédulo.
—¿Me vas a decir que no sabes eso?
—Queremos conocer tu versión. ¿Qué pasó hace ocho años?
Raúl asintió con la cabeza y comenzó a hablar:
Finalmente llegó el día en que el mundo como lo conocíamos llegó a su fin. No fue a manos de los zombies, ni por una gripe superfuerte que mató a la mayoría de la población, ni por un virus que transformó a las personas en asesinos sin cerebro; el fin del mundo llegó a causa de los insectos, tanto las hormigas, las cucarachas, las moscas, mosquitos, abejas, todos cambiaron un día, no sé ni cómo ni cuando pero cambiaron, se hicieron más fuertes, más grandes, empezaron a atacar a los otros seres vivos, atacaron en grupo, será porque no crecieron mucho, apenas al doble del tamaño que tenían, así que solos no podrían haber ocasionado tremenda matanza. Seguramente es más o menos lo que tú recuerdas.
—Digamos que sí. Continua. ¿Qué pasó después? ¿Cómo llegaron al centro comercial?
—Yo era guardia de seguridad allí, al igual que Miguel y Juan, si ellos están aquí también, deben haber dicho lo mismo.
—Eso no importa ahora. Sigue contándome.
—El día que empezó la locura, el 13 de marzo del 2013, la noche en realidad, el centro comercial ya había cerrado, sólo estábamos nosotros tres, teníamos el turno de noche. Estábamos mirando la televisión en el mostrador de entrada que pertenecía a informes y en las noticias empezaron a mostrar los primeros casos de insectos atacando a humanos, era una locura, estaba sucediendo por todo el mundo según decían, y entonces empezamos a escuchar los gritos provenientes de afuera, nos acercamos a la puerta para ver, con las armas en las manos, y entonces un grupo de personas, entre ellas una mujer con un bebé en brazos, se acercó corriendo hacia la puerta, el bebé estaba llorando muy fuerte, se escuchaba su llanto aún más que los gritos, ese grupo eran las únicas personas que no estaban siendo atacadas.
—Un grupo de personas y un bebé que no estaban siendo atacados, se unieron a ustedes tres, y sobrevivieron ocho años, en un centro comercial ¿Cómo es posible que los bichos no entraran?
—No lo puedo explicar del todo, nos dimos cuenta un poco después, el llanto del bebé ahuyentaba a los insectos, no sólo los ahuyentaba, directamente ni se acercaban al centro comercial, la niña lloraba mucho.
—¿La niña? —preguntó el captor.
—Sí, Ama, deben haberla encontrado también, ahora tiene ocho años, la niña percibe cuando se acercan los insectos, entonces grita, y finalmente ni se acercan, así sobrevivimos, gracias a ella, en el centro comercial hay tiendas de todo tipo, alimentos por montones gracias al supermercado y hasta el patio de comidas que nos sirvió para los primeros tiempos, cuando todavía había gas y se podía cocinar.
—Y la niña se llama Ama, que conveniente.
—¿Conveniente? Se llama Amalia, le decimos Ama, cariñosamente.
El captor se acercó a la puerta, la abrió, hizo un gesto y entró otro hombre, mucho más joven.
—Mi nombre es Adán —dijo el hombre que lo había estado interrogando­—. Él es David. Hay algo que tienes que entender, las cosas no son como tu crees, a estas alturas ya estamos perdidos, no tiene sentido que te tengamos atado —se acercó a Raúl y comenzó a desatarlo, mientras le seguía hablando—. Ya hace un mes que estás aquí, estabas inconciente, tuvimos que inducirte un coma farmacológico para limpiarte la mente. Vamos, te mostraré la realidad. Te llevaré a  ver a Amalia.
Raúl siguió a los dos hombres, quería hacer muchas preguntas pero prefirió esperar a ver qué le decían, no quería que lo volvieran a amarrar.
El lugar por el que caminaban era todo de metal, puros pasillos y puertas. Adán y David se detuvieron frente a una puerta cuyo extremo superior era de vidrio, miraban hacia adentro.
Raúl se les acercó y miró. La vió. Entonces recordó, como flashes empezaron a surgir los recuerdos de los últimos ocho años. Y entonces lo supo, estaban perdidos. La humanidad tal como la conocían ya había dejado de existir.


FIN


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