sábado, 15 de junio de 2013

3º Especial de Sábados de Brutos Escritores



El error
Por Juan Esteban Bassagaisteguy.

Se despierta sobresaltado y ve a Federico junto a su cama, los ojos llenos de lágrimas.
—¿Qué pasa, Fede? —pregunta y mira el reloj despertador: las cuatro de la mañana.
—Hay un monstruo en el ropero, pá. Tiene… unas garras… enormes —solloza.
—Okey, te propongo algo. Vos acostate con mami y yo me voy a tu cama, ¿sí?
—¡Sí! —responde Federico, aliviado.
El hombre le cede su lugar en la cama matrimonial y le da un beso fraternal. Recién cuando lo escucha dormir va hacia la habitación del pequeño y abre las puertas del ropero.
Ningún monstruo, solo ropa y juguetes.
Apaga la luz y se acuesta en la cama de su hijo.
Es entonces cuando siente las zarpas filosas abriéndole el pecho de par en par, y la humedad de su propia sangre manchando las sábanas.
Y se da cuenta del error: no miró debajo de la cama.

El niño que sentía culpa por tener hambre
Por Raúl Omar García.

—¿Qué quieres?
El muchachito que había llamado a la puerta, y de seguro venía a manguear algo, hundió su cabeza entre los hombros y se echó a llorar.
—Perdón —balbuceó—. Tengo hambre.
El hombre, tocado por la escena, invitó a pasar al nene, que se enjugaba las lágrimas con las mangas de un buzo rotoso.
—No tienes que pedir perdón por querer comer, papito.
—No es por eso.
—¿Entonces? —inquirió confundido el mayor.
—Es por lo que voy a comer.
A continuación, el niño saltó sobre el anfitrión y clavó sus colmillos en la yugular de la víctima, la cual intentaba zafarse de la criatura, pero esta se aferraba como una garrapata.
El propietario cayó de rodillas, desvaneciéndose por la pérdida de sangre, y su espalda se fue inclinando hasta quedar sobre sus talones.
El pequeño espectro sorbió y tragó hasta saciarse.
Ni bien terminó de alimentarse, volvió a llorar.

Lágrimas de muerte
Por Antonio Tomé Salas.

La habitación se encontraba en penumbra, tan solo iluminada por el leve resplandor que despedía el televisor.

El niño estaba sentado en su sillín de Bob Esponja, su personaje favorito; en la pantalla, flotaba entre colores chillones un mensaje de "Fin de emisión".

Rodee el sillín, me incliné para cogerlo en mis brazos y llevarlo a dormir a su cama. Mañana tendría que madrugar para otro día duro de escuela.

Algo no iba bien. Me acerqué a él, para darle un beso de buenas noches.
Al besar sus suaves mejillas pude saborear la sal de sus lágrimas, lágrimas que habían corrido por sus mejillas cuando aun tenia vida.

Sintiendo mi cuerpo clavado al suelo, empecé a llorar. Eran lágrimas de muerte.

[Sin título]
Por Nati Lou.

Miro a su hijo una vez más, sin poder entenderle todavía debajo de sus lagrimas. Pensó, como madre, que ese momento no llegaría, o que llegaría, al menos, en la adolescencia. Pero no, tenia a su hijo de 5 años llorando en la cocina.
Llamo a su marido al trabajo, antes de ponerse a llorar ella también.
- Tiene hambre, dale de comer.
- Para eso, no te llamaba pelotudo.
- Amor tranquilízate, que no debe ser nada.
Dejo de llorar. Lo obligo a lavarse la cara y le compro una cajita feliz.
- Lucio ¿ahora me podes decir que te paso hoy?
- Mimi no me quiere más Ma. Hoy se sentó en la mesa de Pablo.

Cuando Lucio entro, de la mano de su novia, ya se había olvidado de esta anécdota. Cuando supo el nombre de esa hija de puta… supo que no seria una buena suegra.

El niño solitario.
Por Gean Rossi.

Caminando de regreso a mi casa, me encuentro con un niño a un lado de la calle con la cabeza entre las rodillas, me acerco a él:
            —¿Qué te ocurre? —le pregunto y levanta su cabeza bañada en lágrimas de desesperación.
            —Estoy solo. Solo para toda la vida.
            —¿Por qué lo dices, niño?
            —Mi hermano murió ayer, era quien me cuidaba luego de que mamá falleciera por la fuerte gripe, y pronto yo también moriré porque no tengo a donde ir, ni sé qué haré con mi vida. Tengo miedo…  —Sus palabras se cortaron por la cascada de lágrimas que volvieron a correr sobre sus mejillas.
            —Ven conmigo —le digo extendiendo mi mano—. Yo cuidaré de ti, y te prometo que estarás en un buen lugar.
            Él se aferra a mi mano y juntos empezamos a caminar. Con la otra mano toco el bolsillo posterior de mi pantalón, allí estaba la calibre 6 mm cargada y lista para la acción. Sonrío, volteo a ver al niño y pienso: Uno más para la colección.

Comprender…
Por Muriel Menendez.

Toby jugaba con Jackson, su hermano mayor, cerca del lago. Pero entre tanto juego el globo quedó enganchado en unas ramas que quedaban sobre las aguas. Jackson se adentró sin dudarlo para recuperarlo. Pero cuanto más se acercaba al globo más profundo se encontraba.
Al empezar a oscurecer, los padres de Toby se acercaron a la zona donde sabía que los pequeños jugaban. Encontraron a Toby sin parar de llorar mirando un globo que había engancho sobre el árbol del lago y de repetir una y otra vez “ha ido a buscarlo”. Pero Jackson no salió y Toby comprendía por qué.

El golpe
Por Ricardo José Vega.

Encontre esta foto
perdida entre papeles…
y recordé esa noche
de discusión brutal
ya no habia mas familia

solo odio en dos seres
que algún día creyeron
en el amor total.

Yo no entendia como 
aquello fue posible...
como aquel hogar mio,
tan sólido,,, se hundió
y por que entramos llorando
en la noche y el frío
mi mama sollozando
abrazada al cuerpo mio
y fuimos caminando
en medio del gentio,
los dos.

Aprendi que una cosa
que se llama Destino
de un sopapo dá vuelta
tu camino o el mío...
sin avisarte nada
sin decirte: 
" CUIDADO 
Que como no te apartes te voy a atropellar "!!

y cuando te das cuenta
ya sucedió a tu lado 
aquella cosa horrible, hundiendo tu pasado
que nunca ...nunca...nunca
podrá resusitar !

El deseo
Por Evelia Garibay.

Valentina estaba sentada en la banca del parque donde siempre esperaba a Fede pero él no aparecía, suspiró mientras miraba a la gente a su alrededor y fue cuando notó al pequeño parado unos metros enfrente de ella; la miraba fijamente y gruesos lagrimones resbalaban por sus mejillas, verlo hizo que le doliera el corazón pero ella tenía sus propios problemas.
Valentina miró hacia otro lado sin notar que el chiquillo no apartaba la mirada de ella.
"Sólo quería una segunda oportunidad, ¿quién iba a pensar que la primera estrella me concedería un deseo? De haberlo sabido hubiera sido más específico."
Fue el último pensamiento de adulto de Fede, todo lo demás se había desvanecido con las horas, ahora sólo era un chiquillo de 5 años que lloraba profundamente sin saber exactamente por qué, mientras miraba a una hermosa pelirroja a la que no conocía de nada.

La sorpresa
Por Marje Musa.

Era el día de Navidad, Israel se despertó con el ruido.
—¡Feliz Navidad, Isra! —le gritaron sus papás al unísono.
Él empezó a llorar amargamente.
—¿Por qué lloras así? —preguntó la mamá, temiéndose lo peor.
—¡Ven, acércate, abre los regalos! —sugirió el padre.
—No quiero, ya veo que no hay bici. No sé si podré esperar otro año. ¡Odio tener que ser bueno!

«Liberación»
Por Héctor Priámida Troyano.

Se enfadarían cuando volvieran, de eso el hombretón estaba seguro. Esperaba que la cosa no llegara a mayores: al fin y al cabo, traían la pasta, y habría tanta guita que se les quitarían las preocupaciones de un plumazo. A no ser, claro, que hubieran surgido complicaciones: de aquellos cabrones no podía uno fiarse nunca. ¡Millonetis de mierda! En cuanto te descuidabas, te partían el ojete.
Además, la culpa no era suya. Aunque jamás había sido un tipo sensible, el machacón llanto del niño había crispado sus nervios. Lo había desquiciado.
El jodido cachorro no había dejado de llorar ni por un momento. La mordaza sofocaba los sollozos, mas las lágrimas continuaban incesantes. Y eso antes incluso de que le hubieran cortado el dedo meñique hasta la segunda falange…
Pero ahora, tras el accidente, disfrutaba del silencio mientras aguardaba.
El crío llevaba ya un buen rato sin llorar. Sin respirar.

La vida es dura
Por Marje Musa.

—¿Qué te pasa, cariño? —le preguntó la maestra.
Él lloraba como un Madalena, empezaba a tener hipo.
—Es que... —intentó contestar Rubén.
—Tranquilo. cuando estés preparado me lo cuentas —sugirió la señorita.
—Es que me duele mucho al escribir —explicó al fin, levantando la mano derecha, dejando a la vista una herida minúscula en su dedo meñique.

El peor día
Por Camila Carbel.

El pequeño Ramiro se sentía completamente solo en el mundo, abandonado, sin nadie con quien contar.

Estaba convencido que recordaría ese maldito día por toda su vida, nunca se había sentido tan triste. Ni cuando, hace cinco meses, su papá había salido de casa para no volver. 

—Tranquilo, Ramiro. Ya no llores más, podemos comprar otro osito de peluche mañana. —Propuso la madre del niño. 

—¡No quiero otro oso! Quiero el mió, quiero a Rafa—grito mientras las lágrimas le resbalaban por sus mejillas. Y miraba al perro del vecino con un odio que jamás había experimentado anteriormente.


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