sábado, 1 de febrero de 2014

Mi duro y merecido castigo


Por Patricia Fabiana Ferrari.



31-12-2113
Han transcurrido ya cien años desde el último día de la humanidad. Mejor dicho del resto de la humanidad. Mi egoísmo me ha dejado solo en este mundo o lo que queda de él. Deambulo por las calles inhóspitas de una ciudad inerte a otra aún más desolada y destruida. Solo yo con mi soledad, mi desidia, mi sed y mi hambre. Sólo me acompañan los recuerdos, esos gigantes implacables que se agolpan en mi conciencia. Ahora ya es demasiado tarde. Mis remordimientos no cambiarán los hechos. Nunca creí en las predicciones aunque en lo más profundo de mi ser sabía a ciencia cierta que el fin estaba por llegar. A pesar de que los cambios climáticos y las innumerables catástrofes mundiales me lo alertaban, no daba crédito a lo que se avecinaba como un insólito mecanismo de autodefensa ante el miedo que me bloqueaba y  paralizaba. ¿Por qué no era lo suficientemente racional para admitir y procesar en mí lo inevitable y disfrutar de la vida como los demás aunque fueran mis últimos días?
Obsecuente vuelve a mi mente esa frase que alguien me dijo un día: “Lo peor quizá no sea la muerte sino permanecer mal por mucho tiempo. ¿Por qué no pensar que nos espera algo lindo en el más allá?”. ¿Alguien podría estar peor que yo en este momento?
Aquel día me negué a abandonar mi casa, mis pertenencias y toda mi historia albergada entre aquellas paredes y bienes materiales sin valorar lo realmente importante en mi vida. Fue la excusa perfecta para ocultar mis planes ante los ruegos de mis sobrinos, los únicos familiares que tenía, que no pararon de suplicarme que me fuera con ellos. ¡Cómo querían a este tío solterón! ¡Y cuánto los amaba! ¿Pero, aún así, cómo fui capaz de traicionarlos?
Cuando al fin se rindieron y me dejaron solo, corrí a refugiarme en el bunker que me había construido bajo tierra y provisto de los alimentos suficientes para sobrevivir bastante tiempo. Nunca habría imaginado cuanto subsistiría. Qué lo haría eternamente jamás. Éste es mi castigo.


2 comentarios:

  1. Guauuuuuu.... eso es lo más parecido al infierno!

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  2. Bien colega! Buen argumento que desnuda el egoismo que todos llevamos encima, a pesar de intentar aparecer como generosos y solidarios. Te felicito y nos vemos pronto.

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