lunes, 8 de junio de 2015

Deseos secretos

Por Carmen Gutiérrez.

En la época en la que trabajaba como gerente general del Hotel Chulavista fui testigo de varios eventos sorprendentes; desde dos asesinatos pasionales, un ganador de la lotería que desapareció del hotel dejando a su familia aun hospedada, una anciana que llegaba cada jueves con un perro enorme, hasta un par de maricones que acosaban a mi pobre recepcionista. Pero lo que les voy a contar es algo que aún no puedo deducir, ni catalogar…Es tan extraño que nunca se lo conté a nadie y, aunque no hubo perjudicados aparentes, aún pienso en lo que pudo haber ocurrido si alguien hubiera abierto la boca.

    En aquel entonces la dueña del hotel sufrió una crisis nerviosa y decidió tomar unas vacaciones prolongadas dejándome a cargo de cualquier movimiento en el hotel. Mis funciones eran extensas y agotadoras por lo que decidí mudarme temporalmente a una habitación fuera de servicio desde donde podía estar accesible todo el tiempo para cualquier imprevisto. Fue después de una de esas jornadas agotadoras que recibí la primer llamada de asistencia. Mi despertador marcaba la media noche exacta, apenas había dormido un par de horas y sentía el cuerpo hecho garras. Como pude me puse el uniforme y me dirigí a recepción.

    Alberto, el recepcionista acosado, me dijo en un tono muy aturdido que una señorita quería hablar conmigo y me señaló a la mujer más hermosa que haya visto en mi vida. Vestía una falda amplia hasta las rodillas dejando ver unas hermosas y firmes piernas; su abrigo negro, como su cabello, hacía que su piel luciera aún más blanca… y debo confesar que cuando fijó en mi sus ojos color azabache, sentí una agradable tensión en la entrepierna. Me presenté con amabilidad y le pregunté en qué podía servirle.

    —Quiero rentar la suite nupcial por un año —dijo con voz melodiosa.

    —Lo siento, señorita…

    —Inés, Inés Arciaga.
 
    —Bien, señorita Arciaga, las políticas de la empresa nos permiten alquilar las habitaciones solo por lapsos de tres meses al mismo huésped, comprenderá que el hotel requiere tener la suite nupcial disponible en todo momento…

    —La pagaré en efectivo por todo el año y en este momento si usted accede.

    —Lo lamento en verdad, pero somos muy estrictos con las políticas y…

    …y perdí la cordura. Por un momento ella me miró directo a los ojos y el mundo se paralizó; en cuestión de un segundo percibí un aroma extraño que salía de ella, un olor tan placentero e indescriptible como el de la tierra mojada, el pan recién horneado y un toque de naranja. Mientras ese aroma penetraba mi cerebro, pude escuchar como mis pupilas se dilataban, el sonido de su lengua pasando por su labio superior, los latidos de su corazón y el mío alineándose en perfecta sincronía y una frase en inglés resonó dentro de mi cabeza una y otra vez: I know you`ve suffered, but I don´t want you to hide… (Sé que has sufrido pero no quiero que te ocultes)

    —…creo que podemos llegar a un arreglo —me escuché decir con voz aturdida y avergonzada.

    El trato fue este: se hizo el pago total de un año durante el cual la señorita Arciaga se comprometió a llenar la hoja de registro cada tres meses y un acuerdo de confidencialidad en la que ni ella ni nosotros rebelaríamos dicha transacción. Alberto se ofreció a llevar su equipaje pero ella le dijo sonriendo que no llevaba más que una pequeña maleta y él se dejó caer desalentado.

    Intenté regresar a dormir pero me sentía trastornado, incomodo, como si me hubieran descubierto robando. Di vueltas en la cama durante horas tratando de encontrar un explicación a lo que había sucedido y la decisión que había tomado pero lo único que se me venía a la mente era ese aroma que aún tenía impregnado en la nariz. Sin saber por qué comencé a llorar mientras me duchaba, decidí dejar de darle vueltas al asunto y seguir con mi rutina diaria y con ese pensamiento en la cabeza comencé mi día.

    Todo transcurrió con normalidad los primeros tres meses, al menos en apariencia, pero la verdad es que Alberto se notaba más huraño que de costumbre y varias veces lo encontré olfateando la hoja de registro de la señorita Arciaga. Los meseros se desvivían por llevar pedidos a las habitaciones cercanas a la suite nupcial. El cocinero, quien por lo general era descuidado y apático, me sorprendió una tarde con un pastel hermoso de sabor intenso adornado con pétalos de rosas y lo llamó “Beso de Inés” mientras se alejaba tarareando la misma melodía que yo traía en la cabeza desde aquella noche «It´s cold and loveless, I wont let you be denied» (es frío y sin amor, no te lo negaré).

    Varias veces me descubrí de pie frente a su puerta tratando de captar ese aroma, sin saber cómo había llegado ahí, sin entender cómo fue que de hacer una ronda de rutina terminaba como idiota mirando la puerta e incluso tocándola a riesgo de ser descubierto y caer en las burlas de todo el personal. También me di cuenta de que al revisar los ingresos y egresos ponía atención principalmente en los movimientos de la suite; aunque no volví a ver a la señorita Arciaga en persona, sabía a qué hora salía y a qué hora llegaba por el registro de su llave electrónica, sabía sus gustos culinarios por sus notas del restaurant, incluso consideré cambiar de habitación para estar frente a la suya pero deseché la idea para no levantar sospechas.

    Una noche, pasados los tres meses y mientras hacía el corte del turno de la tarde me di cuenta de que había una salida marcada en la suite de tres noches atrás pero no había una entrada registrada después. Comencé a llenarme de angustia de manera inexplicable ¿Y si había cambiado de hotel? ¿Y si había pasado algo malo? ¿Y si la había perdido? Entré desaforado a recepción y encontré a Alberto revisando los videos de seguridad de días anteriores. Estaba tan concentrado mirando la pantalla que no escuchó que lo llamé con menos seguridad de la que tenía pensada. El monitor se llenó de imágenes de los pasillos, el estacionamiento y en el centro la entrada de la suite. Se me erizó la piel cuando Alberto comenzó a cantar en voz baja la misma maldita e irreconocible canción «I want to reconcile the violence in your heart, I want to recognize your beauty is not just a mask, I want to exorcise the demons from your past, I want to satisfy the undisclosed desires in your heart…» (Quiero reconciliar la violencia en tu corazón, quiero reconocer que tu belleza no es sólo una máscara, quiero exorcizar a los demonios de tu pasado, quiero satisfacer los deseos ocultos en tu corazón)

    —¡Alberto! —lo llamé con más fuerza y él se giró a verme con los ojos llenos de sorpresa—, tenemos que hablar.

    Bajó la cabeza y me siguió a mi oficina después de pedirle a la ama de llaves que lo cubriera. Al entrar se dejó caer en la silla, parecía haber envejecido por lo menos cinco años y por un segundo sentí lastima por él. Después de unos segundos de incomodo silencio iba a pedirle una explicación pero él se me adelantó:

    —Sale todas las tardes y llega con un hombre diferente cada vez —dijo en voz baja—, se acuesta con ellos y los echa al amanecer. Cada día, antes de terminar mi turno, tengo que sacar a uno de sus amantes. Algunos lloran como niñas abandonadas, otros amenazan —hizo una pausa para mirarme a los ojos—, dos de ellos gritaron tan fuerte que se mearon encima. Ella cierra la puerta y no la abre por más intensa que se ponga la situación en el pasillo. Los de seguridad ya saben la rutina, incluso hacen apuestas cuando la ven llegar con uno nuevo. Al principio acudían cuando yo los llamaba, ahora se paran frente a la puerta a las seis en punto de la mañana que es cuando saldrá la víctima. Primero pensé que eran simples borrachos, después creí que Inés los robaba así que invité a varios de ellos, los más tranquilos, a tomar un café para que se recuperasen de la impresión y hablásemos. No les roba nada más que la tranquilidad. Tampoco les pide nada. La mayoría la conoce en algún café o bar, incluso parques o cines. Todos caen. Actúa con timidez, sonríe, habla de cualquier tema. A algunos les dijo que era contadora, a otros les contó que era artista, ha sido hasta una escritora reconocida, elige su supuesta profesión dependiendo del pobre infeliz que tenga enfrente. Algunos son casados, otros viudos, otros jóvenes solteros. Los lleva a la cama, los embruja, y los desecha como a basura siempre a la misma hora. Algunos regresan a buscarla por la mañana pero nunca los recibe y si se ponen violentos, los de seguridad del turno matutino los sacan a patadas.

    —¿Por qué no me habías dicho nada? —pregunté.

    —Usted me pidió que no mencionara el asunto, además…creo que yo también he sido una víctima.  

    —Te acostaste con ella —aseguré tratando de disimular la carga de celos que sentía en el pecho.

    —No —respondió—, pero lo hubiese hecho. Me dediqué a revisar sus movimientos, a buscar cambios en todos nosotros. Busqué su nombre en internet y no encontré registro de ella. Ni una red social, ni una mención, nada. Pensé que su nombre era falso pero dejó su pasaporte en custodia como todos los huéspedes y parece legítimo.

    —¿A qué te refieres con cambios en nosotros? —pregunté sin saber a ciencia cierta si quería conocer la respuesta.

    —Todos estamos bajo su influencia, al menos los que hemos tenido contacto directo con ella, todo el restaurant anda por ahí tarareando la misma canción, los de la caseta de seguridad que registran los autos en los que llega, Don Pancho el jardinero, incluso usted…—me miró fijamente a los ojos— lo descubrí hace unos días, y por supuesto yo…a las mujeres no les afecta. Las recamareras que hacen su servicio no han notado nada inusual más que la poca cantidad de ropa que tiene. Ella misma hace su cama y limpia lo que puede. Lolita me dijo hace dos noches que su…

    —¿Has buscado la canción? —interrumpí con descaro.

    —Como un loco. Pero no la identifico. No la había escuchado antes y tampoco sé por qué conozco la letra. Y ahora ha desaparecido.

    —¿Quién?

    —Inés —contestó con naturalidad, como si fuera su mejor amiga—, Lolita me dijo que su maleta tampoco está y no ha regresado. Estaba buscando en los videos las matrículas de los autos en los que ha venido...aun no sé para que lo hago.

    —¿Llegaste a hablar con ella?

    —No, y creo que ni siquiera supo mi nombre. Las primeras veces llamó para pedir apoyo de seguridad —tragó saliva un poco nervioso— y sólo dijo «Hay una persona gritando en mi puerta» y colgó. Cuando se dio cuenta de que ya sabíamos la rutina, ni siquiera se molestaba en llamar.

    —Bueno creo que lo mejor es que tratemos de olvidar el asunto ya que no nos lleva a ningún lado —dije con tranquilidad pero pensando en las complicaciones que se nos vendrían encima si la dueña se daba cuenta de lo ocurrido—, la habitación fue rentada con la condición de que llenase cada tres meses la hoja de registro, si mañana no regresa pondremos la habitación disponible de nuevo. Si llega después de mañana le asignamos alguna otra o le regresamos su dinero y nos quitamos de problemas. Quiero que trates de enfocarte en tu trabajo, Alberto. No creo en historias de embrujos ni tonterías parecidas, debemos tranquilizarnos y olvidar estas molestias. Tómate la noche libre, si lo necesitas.

    —Estoy bien, fue solo un lapso de idiotez —aseguró con una sonrisa triste.

    Nos despedimos con cordialidad, como caballeros, pero cuando salió de mi oficina su historia cobró sentido. Me sentí un tonto, una piltrafa, un estúpido por estar a merced de una mujercita como esa por tanto tiempo.

    Los días siguientes pasaron con el mismo aburrimiento de siempre. Tuve que despedir a un botones porque se robó un celular, cambié el código de la llave electrónica de la suite, una de las recamareras se rompió una pierna al bajar las escaleras, un huésped atropelló a un perro y dejo el cadáver del animalito en la basura del estacionamiento, Alberto se reportó enfermo y le di cinco días de descanso, el cocinero dejó encendido el horno toda la noche, pero nadie cantó la tonta canción en ningún momento, así que el viernes por la noche estaba tan cansado que me fui a dormir sin pensar en nada. Hasta que recibí la llamada de Mario, el remplazo de Alberto, a las dos de la mañana. «Hay problemas en la suite nupcial» dijo con voz aturdida «ya están ahí los de seguridad pero creo que usted debería acudir».

    Me vestí deprisa y me eché agua fría en la cara para despejarme sin dejar de pensar que la suite no se había reservado en esa semana. Un escalofrío me recorrió la espalda. Subí las escaleras de servicio a las carreras y cuando llegué a la puerta de la suite el corazón se me salía por la garganta. El jefe de seguridad aporreaba la puerta, ya habían quitado la cerradura electrónica pero algo impedía que se abriera.

    —Es Alberto —dijo al verme llegar y dejo de golpear la madera—, está encerrado con Inés y no abre. Los huéspedes reportaron que se escuchaban gritos y golpes por eso vinimos, pero Alberto bloqueó la puerta y no ha dejado de gritar.

    Pegué el oído a la entrada para tratar de escuchar y les pedí a los demás que guardasen silencio, obedecieron pero no se escuchaba nada. Poco a poco comencé a distinguir un sollozo masculino, un llanto desconsolado que me heló la sangre en las venas.

    —Alberto, abre la puerta —le dije con tono paternal—. Todo va a estar bien, confía en mí.

    —No —contestó después de sorberse los mocos.

    —Alberto, deja lo que estés haciendo y abre la puerta.

    Algo se estrelló del otro lado de la madera a la altura de mi cabeza, podría asegurar que era una de las lámparas de noche.

    Luego empezó a cantar, con una voz tan hermosa que nos provocó un escalofrío:

    —I know you`ve suffered, but I don´t want you to hide…

    Todos guardamos silencio. Todos conocíamos la letra.

    —It´s cold and loveless, I wont let you be denied. Soothing, I´ll make you feel pure. Trust me, you can be sure…(Es frío y sin amor, pero no quiero que te ocultes. Tranquilízate, te haré sentir pura. Créeme, puedes estar segura)—cantó.

    Para mi sorpresa, todos continuamos la canción, algunos en murmullos otros con algo más de seguridad, pero la voz de Alberto dominaba todas las demás.

    — I want to reconcile the violence in your heart, I want to recognize your beauty is not just a mask, I want to exorcise the demons from your past, I want to satisfy the undisclosed desires in your heart…—escuchamos ruidos de muebles arrastrándose en el interior, pero estábamos tan aturdidos que no hicimos nada.

    —¿Ahora lo entienden? ¡No se va a detener! ¡Esto es una locura! —gritó desesperado desde el interior de la habitación y continuó cantando a gritos mientras muebles y cosas se estrellaban sin cesar— You trick your lovers that you´re wicked and divine. You may be a sinner bur your innocence is mine. Please me, show me how it´s done. Trust me, you are the one. (Aparentas a tus amantes que eres hechicera y divina. Puedes ser una pecadora pero tu inocencia es mía. Compláceme, muéstrame como se hace. Créeme, tu eres la única.) —un grito de dolor interrumpió su canto.   

    Por instinto empujé la puerta y ésta cedió, entré en la habitación destrozada para encontrar a Alberto asfixiando a Inés con sus manos. Ella luchaba por respirar y en el forcejeo me miró a los ojos. Su hermoso aroma inundó mis sentidos de nuevo pero con mucha menor intensidad. Me lancé sobre Alberto pero él me repelió con la espalda y continuó apretando. Los de seguridad irrumpieron en la habitación y me apartaron del hombre que estaba asesinando a la mujer más bella que hubo sobre el planeta. Traté de zafarme pero el jefe de seguridad me dijo al oído: «Déjelo, esto tiene que terminar».

    Nos quedamos observando cómo la vida se escapaba de la chica, cómo Alberto continuaba apretando hasta que dejamos de escuchar la puta canción en nuestras cabezas y el aroma a Inés se disolvía con el olor a la mierda que expulsó su cuerpo al relajar el esfínter.      

Fin. 

Consigna: basandote en la letra de Undisclosed desired de Muse en una situación de Ira.                             


Undisclosed desires/Muse.

I know you`ve suffered,
but I don´t want you to hide,
It´s cold and loveless,
I wont let you be denied.

Soothing,
I´ll make you feel pure.
Trust me,
you can be sure.

I want to reconcile
the violence in your heart,
I want to recognize
your beauty is not just a mask,
I want to exorcise
the demons from your past,
I want to satisfy
the undisclosed desires in your heart.

You trick your lovers
that you´re wicked and divine.
You may be a sinner
bur your innocence is mine.

Please me,
show me how it´s done.
Trust me,
you are the one.

I want to reconcile
the violence in your heart,
I want to recognize
your beauty is not just a mask,
I want to exorcise
the demons from your past,
I want to satisfy
the undisclosed desires in your heart

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