Por Sergio Bonavida Ponce.
Escuchen vuestras mercedes desta apócrifa historia:
Escuchen vuestras mercedes desta apócrifa historia:
En casa Panza, el
relente, por norma frío, era caluroso aquelle noxe; é[1] Juana
Panza dormía revolada en la cama, imaginando en duermevela extraños presagios,
que quizás fueran sueños.
En la mañana, Juan
Palomeque, ventero, dador de misivas, é molesto gallo mañanero acercose a casa
Panza, misiva en mano bien sellada, con destinatario Sancho Panza.
El otrora escudero de
Don Quijote hallábase faenando en el establo con sus hijos, é no aconteció en
nada en esta entrega. Por ende, Juana Panza, solícita esposa de Sancho, salió
al zaguán, adquirió la misiva é despidió a Palomeque sin remilgos.
Juana Panza, era
apellidada asín no por proximidad familiaresca con Sancho; en soltería fue
Juana Teresa Gutiérrez, pero según costumbres de la Mancha , las mujeres
adquirían apellido del marido.
Juana Teresa Panza abrió
la misiva pensando: «letras no traen felices noticias». É aqueste pensamiento
habíasele inculcado su abuelo Maese Alfredo Cascajo. Herido en la batalla de
Valtelina[2], allá
donde los grisones, caído en desgracia fue obligado a entregar sus tierras
después de recibire similar trozo de papel; tal cual de esta misma guisa
entregado.
Juana, única autoridad
en casa Panza, rompió el sello sin pudor; pues generales, reyes, papas é
mulleres poseen esa potestad de tafanear en correspondencia ajena, é leyó sin
pudor aquelle misiva, aún non siendo la destinataria, pero si máxima autoridad
como ya expliqué.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Ilustrado Conde de Lemos, amigo íntimo de Don Quijote, en queste lecho de
muerte, apresta escribe:
Estimado Sancho Panza, confiérasele una ínsula al escudero más fiel,
anegado, é bravo que ha contemplado Castilla.
Tu gran pesar, amigo Sancho, por falta de nuestro dueño é amigo, espero se
recompense con aqueste ofrenda, ha tiempo merecida.
Aunque entiendo los reparos, pues conozco sois hombre humilde, asín
entenderé que sin contestación a esta misiva rehusáis al cargo, é propiamente a
la ínsula.
Sabedme en todas vuestras respuestas gran conocedor de vuestra bondad, é
dejadme expresaros mi amistad eterna é prostera.
Puesto ya el pie en el estribo, con las ansias de la muerte, gran señor,
ésta te escribo[3].
Conde de Lemos, Madrid, 21 Septiembre, 1622.
Juana acarició su
cabello é pensó en las desencaminadas palabras de su abuelo Maese Cascajo.
«No eran sueños de
pobre. Sancho estaba en lo cierto. De una ínsula dueño es, asín yo he de ser
noble, Teresita condesa, é al muchacho casarlo con una mullere de bien».
Anduvo Juana presta al
establo, con actitud resuelta, mirando con ojos de ensoñada grandeza a todos
lares.
«¿É que dirán en el
pueblo? ¿La Cascajo
noble? Yo naciéndome pobre, muriéndome rica. Hija de un destripaterrones
sisearán las de este pueblo que de hidalgas usan porte».
Soltó Juana, camino del
establo, un inapropiado Já. Una
sonrisa de gata mansa crecía en su rostro. Ensoñaciones de verdugados, tocados
de seda, sayas de lino, reflejaban los espejos de sus pupilas. É estaba
dispuesta en el marco de la puerta de entrada cuando observó a su marido e
hijos platicar risueños. É quedose parada en el quicio de la puerta escuchando
la escena.
—Prestad atención hijos
—platicaba alegre Sancho extrayendo leche de las ubres de Dorinda, vaca lechera
comprada en monforte— el antiquísimo arte de mugrar las ubres.
—Padre, no se dice
mugrar —Soltó vericueta respuesta Teresita, que en eso de lanzar chanzas
habíase salido a su señora madre—, se dice ordeñar.
—Sanchica[4],
hija, es dicho en muchos sitios, de muchos modos distintos; más el humilde no
acude presto a corregir al prójimo, si no este podrá hacer otro tanto.
—Sí, Padre —coligió la
niña de sus ojos, pues desa belleza é parquedad de palabras también era hija de
su madre.
—¡Presto! —exclamo
sancho, escanciando el blanco líquido en una bacina, que acto seguido sorbió, é
comprobado la salubridad antes de ofrecer a su camada—. Mal rayo me parta si
non es acaso reconfortante como aquel brebaje mágico de «Fierabrás»[5].
Tomad hijos, bebed de esta bacina, que decía mi dueño, el señor Don Quijote,
era el mismísimo yelmo de Mambrino[6].
Bebed pues, Ea, el blanco néctar.
Teresita llevó la bacina
a los labios. Después el muchacho. Ambos, pintados sus morros de blanco
algodón, exclamaron a unísono.
—¡Que rica! —Sancho rió
ante la alegre algarabía, abriendo descomunal boca, como el águila antes de
atrapar a la culebra.
—¿Qué más puede
solicitar un hombre? Buenos hijos, buenas tierras é una muller como non ha otra
en toda Castilla.
Juana, observadora muda
de toda la escena, cual espía palaciega, emocionose ante las palabras que
atrayere el viento. É naide, a excepción de Dios é de la tierra mojada, pudiere
decir haber visto llorar a Juana Teresa Panza. É aconteció fugaz un pensamiento
en su mente: «Siempre oí a mis mayores decir que el que no sabe gozar de la
ventura cuando viene, después no se queje».
—Pues de quejarme no
debo —díjose para sí misma Juana Teresa Panza de camino a la cocina é los
fogones—. Cose la boca Juana.
É volvió en sigilo, como
la gata escabullida entre sombras con ratón en boca. Cruzó el zaguán. Entró en
la cocina. La lumbre encendida é los carbones rojos avivados por un trozo de
papel, que con gran porfía, habrían de arder antes que ser leídos por naide[7].
[1]
«É»,
presumiblemente el narrador forma parte del condado Gallego, que prefiere
utilizar el denostado término Gallego para «y».
[2]
Valtelina,
valle suizo poblado por católicos pero bajo dominio de las protestantes. Ligas
Grises o cantones grisones.
[3]
Esta única
línea, «Puesto ya el pie../..ésta te escribo», son parte de las últimas
palabras de Miguel de Cervantes, cuatro días antes de fallecer. Es una epístola
dedicada a su amigo el Conde de Lemos.
[4]
La hija de
Sancho Panza recibe varios nombres, al igual que su
madre: Sanchica, Teresita. ^^
[5]
El bálsamo
de Fierabrás es una poción mágica capaz de curar todas las dolencias del cuerpo
humano.
[6]
El Yelmo de
Mambrino hace referencia a un ficticio yelmo de oro puro que hacía invulnerable
a su portador.
[7]
Vulgarismo
de nadie, aún utilizado, en algunas zonas de habla castellana. Y muy utilizado
por mi abuela, en paz descanse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario