martes, 12 de abril de 2016

Juana Teresa Panza

Por Sergio Bonavida Ponce.

        Escuchen vuestras mercedes desta apócrifa historia:

En casa Panza, el relente, por norma frío, era caluroso aquelle noxe; é[1] Juana Panza dormía revolada en la cama, imaginando en duermevela extraños presagios, que quizás fueran sueños.

En la mañana, Juan Palomeque, ventero, dador de misivas, é molesto gallo mañanero acercose a casa Panza, misiva en mano bien sellada, con destinatario Sancho Panza.

El otrora escudero de Don Quijote hallábase faenando en el establo con sus hijos, é no aconteció en nada en esta entrega. Por ende, Juana Panza, solícita esposa de Sancho, salió al zaguán, adquirió la misiva é despidió a Palomeque sin remilgos.

Juana Panza, era apellidada asín no por proximidad familiaresca con Sancho; en soltería fue Juana Teresa Gutiérrez, pero según costumbres de la Mancha, las mujeres adquirían apellido del marido.

Juana Teresa Panza abrió la misiva pensando: «letras no traen felices noticias». É aqueste pensamiento habíasele inculcado su abuelo Maese Alfredo Cascajo. Herido en la batalla de Valtelina[2], allá donde los grisones, caído en desgracia fue obligado a entregar sus tierras después de recibire similar trozo de papel; tal cual de esta misma guisa entregado.

Juana, única autoridad en casa Panza, rompió el sello sin pudor; pues generales, reyes, papas é mulleres poseen esa potestad de tafanear en correspondencia ajena, é leyó sin pudor aquelle misiva, aún non siendo la destinataria, pero si máxima autoridad como ya expliqué.


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Ilustrado Conde de Lemos, amigo íntimo de Don Quijote, en queste lecho de muerte, apresta escribe:

Estimado Sancho Panza, confiérasele una ínsula al escudero más fiel, anegado, é bravo que ha contemplado Castilla.

Tu gran pesar, amigo Sancho, por falta de nuestro dueño é amigo, espero se recompense con aqueste ofrenda, ha tiempo merecida.

Aunque entiendo los reparos, pues conozco sois hombre humilde, asín entenderé que sin contestación a esta misiva rehusáis al cargo, é propiamente a la ínsula.

Sabedme en todas vuestras respuestas gran conocedor de vuestra bondad, é dejadme expresaros mi amistad eterna é prostera.

Puesto ya el pie en el estribo, con las ansias de la muerte, gran señor, ésta te escribo[3].

Conde de Lemos, Madrid, 21 Septiembre, 1622.



Juana acarició su cabello é pensó en las desencaminadas palabras de su abuelo Maese Cascajo.

«No eran sueños de pobre. Sancho estaba en lo cierto. De una ínsula dueño es, asín yo he de ser noble, Teresita condesa, é al muchacho casarlo con una mullere de bien».

Anduvo Juana presta al establo, con actitud resuelta, mirando con ojos de ensoñada grandeza a todos lares.

«¿É que dirán en el pueblo? ¿La Cascajo noble? Yo naciéndome pobre, muriéndome rica. Hija de un destripaterrones sisearán las de este pueblo que de hidalgas usan porte».

Soltó Juana, camino del establo, un inapropiado . Una sonrisa de gata mansa crecía en su rostro. Ensoñaciones de verdugados, tocados de seda, sayas de lino, reflejaban los espejos de sus pupilas. É estaba dispuesta en el marco de la puerta de entrada cuando observó a su marido e hijos platicar risueños. É quedose parada en el quicio de la puerta escuchando la escena.

—Prestad atención hijos —platicaba alegre Sancho extrayendo leche de las ubres de Dorinda, vaca lechera comprada en monforte— el antiquísimo arte de mugrar las ubres.

—Padre, no se dice mugrar —Soltó vericueta respuesta Teresita, que en eso de lanzar chanzas habíase salido a su señora madre—, se dice ordeñar.

—Sanchica[4], hija, es dicho en muchos sitios, de muchos modos distintos; más el humilde no acude presto a corregir al prójimo, si no este podrá hacer otro tanto.

—Sí, Padre —coligió la niña de sus ojos, pues desa belleza é parquedad de palabras también era hija de su madre.

—¡Presto! —exclamo sancho, escanciando el blanco líquido en una bacina, que acto seguido sorbió, é comprobado la salubridad antes de ofrecer a su camada—. Mal rayo me parta si non es acaso reconfortante como aquel brebaje mágico de «Fierabrás»[5]. Tomad hijos, bebed de esta bacina, que decía mi dueño, el señor Don Quijote, era el mismísimo yelmo de Mambrino[6]. Bebed pues, Ea, el blanco néctar.

Teresita llevó la bacina a los labios. Después el muchacho. Ambos, pintados sus morros de blanco algodón, exclamaron a unísono.

—¡Que rica! —Sancho rió ante la alegre algarabía, abriendo descomunal boca, como el águila antes de atrapar a la culebra.

—¿Qué más puede solicitar un hombre? Buenos hijos, buenas tierras é una muller como non ha otra en toda Castilla.

Juana, observadora muda de toda la escena, cual espía palaciega, emocionose ante las palabras que atrayere el viento. É naide, a excepción de Dios é de la tierra mojada, pudiere decir haber visto llorar a Juana Teresa Panza. É aconteció fugaz un pensamiento en su mente: «Siempre oí a mis mayores decir que el que no sabe gozar de la ventura cuando viene, después no se queje».

—Pues de quejarme no debo —díjose para sí misma Juana Teresa Panza de camino a la cocina é los fogones—. Cose la boca Juana.

É volvió en sigilo, como la gata escabullida entre sombras con ratón en boca. Cruzó el zaguán. Entró en la cocina. La lumbre encendida é los carbones rojos avivados por un trozo de papel, que con gran porfía, habrían de arder antes que ser leídos por naide[7].




[1] «É», presumiblemente el narrador forma parte del condado Gallego, que prefiere utilizar el denostado término Gallego para «y».
[2] Valtelina, valle suizo poblado por católicos pero bajo dominio de las protestantes. Ligas Grises o cantones grisones.
[3] Esta única línea, «Puesto ya el pie../..ésta te escribo», son parte de las últimas palabras de Miguel de Cervantes, cuatro días antes de fallecer. Es una epístola dedicada a su amigo el Conde de Lemos.
[4] La hija de Sancho Panza recibe varios nombres, al igual que su madre: Sanchica, Teresita. ^^
[5] El bálsamo de Fierabrás es una poción mágica capaz de curar todas las dolencias del cuerpo humano.
[6] El Yelmo de Mambrino hace referencia a un ficticio yelmo de oro puro que hacía invulnerable a su portador.
[7] Vulgarismo de nadie, aún utilizado, en algunas zonas de habla castellana. Y muy utilizado por mi abuela, en paz descanse.

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