martes, 21 de junio de 2016

Sueños

Por Calista Manríquez.

“Buenas tardes, mi nombre es María, María Antonieta Segovia, encantada de conocerlo.
Permítame decirle que cuando pase por aquí pensé que era una broma muy extraña, ya sabe, a veces hay cámaras de televisión ocultas en lugares así y después la ocupan a uno para reírse, si me pasa eso me muero de vergüenza.
¿Usted me promete que no voy a salir en le tele?
 Bueno, ahora estoy más tranquila. Como le decía me llamo mucho la atención su carpa y me dije, Mira, que locurita, escuchar sueños, le cuento que hasta me reí un poquito, pero sin mala intención, solo porque me pareció simpático.
También tengo que decirle que no pensaba entrar, yo tenía clarito que no iba a entrar, soy muy vieja para estos jueguitos, pero usted sabe, una es curiosa y cuando venía de vuelta de las compras, bueno, aquí me ve.
Es que me fui pensando todo el rato en la idea de que alguien escuchara los sueños y después, mientras compraba tomates, recordé un sueño raro que tuve cuando joven, era muy, muy raro y nunca pude darle una explicación. Si se lo cuento espero que usted sepa mantenerlo en secreto, no lo vaya a estar contándolo a todo el mundo para que la gente después piense que soy una vieja loca o algo así.
Bueno, bueno, lo se, me estoy dando muchas vueltas y esa no es la idea. Si vine a contarle mi sueño extraño.
Deje recordar bien para no equivocarme ni inventarme nada, no es la idea que le cuente mentiras o me olvide de detalles importantes, ya sabe usted que una tiene sus años y la cabeza ya no es lo que era antes.
Gracias caballero, claro que le acepto un vaso de jugo, tanto hablar se me seca la boca y me da la tos, es usted muy amable. Ahora si que puedo contarle mejor.
Me acuerdo de que abrí los ojos en  el sueño y lo primero que vi fue un cielo color celeste limpio y claro. Me quede mirándolo un largo rato, era como era el cielo en la ciudad hace como cuarenta años, cuando había más gente que autos por las calles, no sé si se acuerda. ¿Ve? Ya comencé a hablar tonterías.
Bueno, la cosa es que después de mirar mucho el cielo me di cuenta que estaba acostada en el pasto, un brillante pasto largo, muy alto, tan alto que me cubría la cabeza. Eso me llamo tanto la atención que me quede así, acostada, un largo rato. Igual le puedo decir que hasta ese momento era un buen sueño, de esos que una disfruta incluso cuando anda despierta haciendo las cosas de la casa, somnolienta.
Pasado un rato me dije a mi misma que tenía que pararme y recorrer el lugar, los buenos sueños duran poco y quería disfrutarlo, ahí fue que descubrí que yo ya no era yo o al menos no lo era tal como me conocía: era una coneja, una coneja color gris de patitas cortas y orejas largas. Me di cuenta que era una coneja por que cuando me di vuelta para pararme me vi las patas y di un salto del susto, no le cuento el miedo que me dio.
Pero dentro de mí sabía que era un sueño así que un rato después andaba saltando feliz entre las plantas, era muy divertido y pude jugar con otros muchos conejos que se me acercaron sin miedo.
Siempre intento acordarme hasta ahí nada mas, has ahí porque todo era luz y felicidad en mi sueño, todo era muy lindo y créame si le digo que me gustaría poder decir que el sueño quedo ahí, que me desperté con una sonrisa, como las niñas de las películas.
Lástima que no fue así, pero no me demoro más en contarle el resto.
Un ruido estridente rompió la calma del bosque y todos mis compañeros de juego salieron corriendo a esconderse aterrados por lo que para ellos debía ser un sonido desconocido pero que para mí era un doloroso conocido. Un disparo de escopeta, un cazador se acercaba.
No supe para donde ir, no conocía el lugar y mi corazón desbocado no me dejaba pensar con claridad así que me puse a correr a ciegas, desesperada por encontrar un refugio, un escondite, la raíz de un árbol donde quedar a salvo del cazador pero, por mala suerte o un pésimo destino, quedé atrapada justo bajo los pies del asesino.
¿Sabe que fue lo más extraño de ese momento?  El cazador era Elmer Gruñón… ¡Elmer Gruñón! ¿Lo recuerda? Ese loco que siempre estaba detrás del conejo de la suerte, al que siempre hacia tonto y que tanta risa me daba de niña y joven. Pero créame, ahora no daba nada de risa, era aterrador, enorme y malvado con esa sonrisa gigante en su cara gruesa y un brillo asesino en la mirada, unos ojos crueles que me miraban fijo.
Estaba muy asustada, me encogí mientras lo miraba hacia arriba sin atinar a moverme, aterrorizada. Él soltó esa risa, esa risa maniaca con la que acercaba al conejo en la televisión y que uno siempre sabía que era porque pensaba que podía cazar al conejo y ese siempre se salía con la suya pero yo, ahí encogida y aterrorizada, no sabía cómo podía salvarme.
Apuntó su arma hacia mí, ese cañón frío y enorme tubo de metal oscuro que escondía la muerte dentro de él. Estaba tan cerca de mí que podía oler la pólvora la sangre que estaba pegado en la escopeta. Sabía que iba a morir, iba a morir en el sueño, nunca olvide que era un sueño pero eso no evitaba que supiera que era mi fin, dentro y fuera del sueño también; no me pregunte porque pero sentía que si moría ahí lo haría también en la seguridad de mi casa. Era tal mi certeza que algo se activo dentro de mí y di un salto un enorme salto momentos antes de que él disparara y logre salvar la vida.
Mirando hacia atrás pude ver como se abría un agujero en el pasto justo donde estaba parada un momento antes.
Para mí lo más terrible fue darme cuenta que  él no me cazaba para comer, mi cuerpo se hubiera hecho pedazos de haberme dado, no, él no me cazaba por comida, él lo hacía por diversión. Eso fue muy cruel ¿Sabe? Era como si hubieran pescado mi infancia, mi inocencia de infancia, y la hubieran hecho pedazos frente a mí. Uno cuando niño cree que todo es un divertido y sano juego donde nadie sale herido jamás pero no es así, yo iba a morir, los animales que él cazara iban a morir, no mas tenía salvación que salir corriendo y tratar de esconderme.
Era rápida, como todo conejo, muy rápida pero nunca deje de escuchar los pesados pasos de Elmer Gruñón detrás de mí, siempre lucía esas botas cafés en televisión y las usaba ahora para seguirme como un perro, como un lobo, como que se yo. Solo sabía que debía arrancar y esconderme, debía salvarme.
El bosque, a medida que iba adentrándome, se iba poniendo más y más oscuro, más tenebroso, como una pesadilla, una mala película que no podía  apagar para calmar mi desbocado corazón.
Logre meterme entre las enormes raíces de un árbol y esconderme allí esperando que algún milagro lograra salvarme. Además, lo oía, oís sus pasos acercándose, buscándome, rastreándome, sabía que yo era una presa fácil, una coneja torpe y lo disfrutaba, era un juego cruel y yo tenía todas las de perder.
Me esforzaba por despertar, no crea que no, no podía pellizcarme y si me movía él me encontraría más rápido pero me concentraba en despertarme, en mover mi cuerpo dormido para que cayera de la cama o cualquier cosa que me provocara dolor y despertar. Pero nada funcionaba, estaba allí mismo, entre ramas y raíces, semi enterrada en la tierra, cubierta de barro y temblando de miedo, aterrada.
Hubo un momento en que no lo sentí, no se escuchaba ni su respiración ni sus pasos y me permití sentirme segura aunque decidí no moverme por largo minutos, si estaba acechándome me volvería un blanco aun más fácil de lo que ya era así que esperé y esperé. Le aseguro que fueron los momentos más terribles de mi vida, esperar a un asesino que va detrás de ti es una sensación que no le deseo a nadie, ni a mi peor enemigo, no saber dónde está, no saber si puedes moverte o no, si es mejor quedarse donde estas o buscar un sitio mejor, estaba tan asustada que pensar me costaba mucho.
El sonido del martillar de un arma me hizo darme vuelta, él estaba detrás de mí, había llegado a mis espaldas sin que yo lo notara y ahora estaba atrapada en una trampa en la que yo mismo me había metido, ya no tenía escapatoria.
Me puse a llorar, lo se porque después tenía toda la almohada mojada, lloraba por la injusticia que era morir en un sueño que un principio era tan bello, que tanto me había gustado.
“Te atrape, conejo” dijo Elmer Gruñón, tal como lo decía en la televisión, con la misma sonrisa, la misma cara asesina, y la misma postura, tan igual a lo que pasaba en su vieja serie, tan igual…
Yo sabía que me iba a morir, no quería morirme pero no podía hacer nada, no me podía mover, no podía pensar, solo respiraba agitada y temblaba entera y ahí, en ese momento yo…
Ay caballero, que vergüenza me da decirle pero, estaba muy asustada, aterrada y mi cuerpo, supongo, que reacciono y, por raro que suene, yo creo que orinarme en la cama me salvo la vida.
Me desperté tan rápido, con tanto miedo que por unos momentos no logre reaccionar a que estaba a salvo en mi casa, en mi cama, que volvía a ser una persona y no ya una coneja pequeña y asustada.
Fue muy extraño ese sueño ¿No lo cree? A pesar de ser un personaje de serie de dibujos yo podía sentir que él era malvado, muy malvado, y hasta el día de hoy no puedo evitar sentir miedo cada vez que escucho su extraña voz diciendo “Te atrape, conejo”…
Bueno, bueno, mire la hora que es, se me pasó el día contándole esta historia rara. ¿Sabe? Usted me da confianza, no le había contado esto a nadie, siempre pensé que se reirían de mí si contaba que Elmer Gruñón iba a cazarme, usted no se rió. Acuérdese que me dijo que no iba a salir en la tele, aunque si pone esos cuadritos con los que tapan la cara podemos conversarlo.
Ya, me voy, me están esperando en la casa, voy a preparar el tecito de la tarde, mis nietos llegan del colegio y siempre llegan con hambre ¿Va estar aquí mañana? Le traeré un trozo de queque, y no me diga que no, usted fue muy paciente conmigo.
¿Verdad que fue raro? No, no, gracias a usted caballero. Nos vemos, tenga cuidado con los sueños, desde ese día prefiero no pensar en él para que vuelva, debe haberse quedado con las ganas de cazarme, ojala no haya cazado nada, que nunca más haya cazado algo… es aterrador ser tan pequeño y tener tanto miedo.”



María Antonieta Segovia

Consigna:
 En su sueño es una coneja y Elmer Gruñon quiere cazarla. A pesar de verse como dibujo animado, es un sueño muy realista y su terror de ser cazada es auténtico.



  

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