jueves, 4 de mayo de 2017

Final por Mesme

Seudónimo: Mesme
    Autora: Nieves Muñoz


   —…Letras con las que forjé mi destino. Noches en vela buscando el ardid definitivo que me convirtiera en la dueña y señora de esta casa para siempre. Charles cayó bajo el hechizo de mi belleza cuando mi cuerpo era perfecto, pero tras convertirme en su esposa… ¿quién me aseguraba que aquel amor se mantuviera mi reciente estatus? ¡Un crío! Esa era la solución. ¡Sangre de su sangre para que le atara a mí de por vida!  —Comenzó a reír de forma histérica. Un hilo de saliva se deslizó desde su comisura y la mano de Ángela la limpió de un manotazo, aunque la voz con la que prosiguió no era la suya. Carmen la miraba horrorizada, pero clavada en el sitio por el aura hipnótica que desprendía su amiga mientras aferraba el diario entre sus manos—. ¡Tuvo que nacer una niña! ¡Una maldita cría con hoyuelos en las mejillas que encandiló al padre! Entonces lo vi… Cuando creciera y él la abrazara, sentiría sus curvas jóvenes, sus pechos firmes, su aroma tan parecido al mío hecho de lascivia; aroma a sexo y a vida, pero más suave y apetecible; recién estrenado. Y solo existiría ella. No podía dejar que eso sucediese. Por eso hice el pacto y ordené construir la casa de muñecas. 
—¡Basta, Ángela! —Carmen dio un manotazo al librito y este cayó al suelo con un crujir de hojas. Ángela parpadeó y ahogó un sollozo. Se palpó el cuerpo mientras temblaba con violencia.
—¿Pero qué…? —balbució.
—¡No me chingues! ¡Es cierto! Esta casa está maldita y vos lo sabías—sentenció la mujer moviendo un dedo acusador delante de su rostro.
La casita de muñecas vibró. Las puertecillas que cerraban los distintos pisos se abrieron mostrando así el interior a escala. En una de las habitaciones se veían unos muñecos desmadejados en el suelo y, desde ellos, comenzó a gotear un líquido rojizo que pronto se deslizó hacia las escaleras alcanzando los departamentos inferiores. En la réplica de la buhardilla, las diminutas jaulas se tambalearon como si alguien las sacudiera.
Las dos mujeres percibieron el temblor y el sonido metálico a través del techo y luego, el olor. Óxido y hierro con un dulzor que les provocó náuseas. La ola de sangre barrió la habitación y lamió sus tobillos. Ángela chilló hasta que se le quebró la voz al ver cómo un lápiz con un ojo ensartado navegaba girando en aquella marea roja.
Los dos metros de Raúl ocuparon el dintel de la puerta. Miraba a las mujeres enloquecido.
—¡Por fin encuentro la casa de muñecas! —Avanzó hacia ellas con la mano extendida.
—¡Qué carajo dices, Raúl! —gritó Ángela—. ¿Y qué coño está pasando? —Las páginas del diario empapadas en sangre flotaron, arremolinándose entre las piernas de la morena. Se pegaron al tatuaje de su muslo y pareció que todo su cuerpo recibiera una descarga eléctrica. Volvió a hablar con esa voz velada que no era la suya—. ¡Tú! ¡Cómo te atreves a aparecer por aquí! ¡No puedes romper nuestro pacto, maldito cabrón!
Raúl iba a decir algo cuando Carmen se abalanzó sobre él con una mueca de terror congelada en su rostro. El hombre intentó retenerla entre sus brazos, pero cayó como un guiñapo a sus pies con un chapoteo. Frente a él, interponiéndose entre Ángela y la casita de muñecas, una niña contemplaba el último latido del corazón que acababa de arrancar del cuerpo de Carmen con su manita en garra.
—¡Qué amigos más flojuchos tienes, escritorzuelo! —Y lanzó el órgano por encima de su hombro. Raúl ahogó un gemido, pero la niña le ignoró—. ¿Ahora eres morena, mami? —Se dirigió hacia Ángela—. ¡Qué mal gusto! No sé que vio papi en ti, la verdad. Pero eso ya no importa. Ahora tendré al escritorzuelo y la casa de muñecas para mí sola y así poder avanzar la historia como yo quiera. Me lo has puesto fácil, mami, poseyendo a esta tipa. ¿Cuál era tu plan? ¿Matarme con esas manitas? ¿No podías haber elegido a la otra que era más alta? ¿Y qué haría papi sin mí? ¿Crees que follar contigo le quitaría esa pena? Bah… En todo caso, hoy acabará todo.
—Sí —asintió Ángela—. Hoy acabará todo… pero para ti, engendro.
La niña hizo un movimiento de baile, una media vuelta en la que salpicó de sangre el rostro de Raúl y lanzó los brazos hacia Ángela en lo que parecía una reverencia. Al instante, una aguja enhebrada con hilo negro comenzó a zurcir los labios de la mujer en una sutura perfecta. Esta se llevó las manos a la boca cosida, pero tan solo puedo emitir un gruñido. El hombre trastabilló hacia atrás.
—Cosas de familia. —La niña se encogió de hombros—. A mami solo la puedo matar a través de tus letras si tengo su diario: allí está encerrada su alma, como la mía lo está en la casita de muñecas mediante tus letras, por eso ha podido poseer a tu amiga. Pero… —y señaló a Ángela—, ella está en mi casa y puedo hacerle lo que quiera. Como a ti.  Como os he odiado… Tú escribías tus letras una y otra vez para no dejarme crecer, para repetir mis días mientras mami seguía siendo la señora del esta casa por siempre, y ellos… Noches de rabia en las que hundía estos dedos en mi coño impúber hasta hacerme sangre mientras les oía gemir en la habitación de al lado como animales, pellizcándome los pezones para ver si me crecían los pechos de un vez. Noches de rabia por ser una mujer atrapada en un cuerpo infantil mientras ella quisiera. Esa puta que me parió como trampa para ser la señora de esa casa, para retener a mi padre a su lado, y luego urdió el plan definitivo para librarse de cualquier competencia… para librarse de mí. ¿Crees que no lo sé todo?
Raúl cogió aire, le dirigió una mirada inquieta y valoró sus opciones. Dio un paso adelante con las manos levantadas en son de paz.
—Está bien, está bien… Podemos hablarlo, ¿no te parece? Al fin y al cabo yo te conozco mejor que nadie. Puedo darte lo que deseas, si tú me das lo que quiero. Tú tienes la casita; yo, las palabras. 
La niña ladeó la cabeza y el lazo se deshizo. Cayó hacia el suelo y se tiñó de rojo.
—¿Y para qué necesita un escritorzuelo como tú mi casita de muñecas?
Raúl sonrió y enseñó un colmillo por encima del labio en una mueca lobuna.

*****
“… La casita de muñecas será el principio y el final de toda historia, porque todas las historias comienzan con una idea, y cada idea será atrapada entre sus paredes como las moscas en el papel encolado. ¿Acaso ha aparecido, lector, una casita en tus sueños? ¿Le has regalado una a tus hijos? ¿La has dibujado, distraído, en una servilleta de papel? ¿Y si te dijera que la casita es un medio, una trampa, un ardid para llegar hasta ti y robarte el alma, tus ideas, tus recuerdos? ¿Para hacerlos vivir en sus habitaciones y encerrarlos para siempre en el papel? ¿Estarás ya, lector, prisionero de las letras de este escritorzuelo maldito que solo busca inspiración?
 Raúl García, abril 2017 “

—¿Vienes a la cama, amor mío? —Sacudió los bucles rubios sobre la espalda desnuda con un gesto de su mano y sus pechos temblaron con el movimiento. Luego deslizó los dedos por sus curvas de mujer y los coló entre las piernas—. Estoy lista para ti.
El hombre levantó la vista de la pantalla y sonrió. Un colmillo se asomó entre sus labios. Cerró la tapa del portátil y la casa de muñecas dejó de vibrar, como si se hubiera apagado un interruptor que la dejara en silencio.
—Tú siempre estás lista, pequeña. Ya he terminado de escribir por hoy, cuando más me leen, más almas se quedan atrapadas. ¡Es grandioso! Pero ahora… soy todo tuyo—. El gruñido le interrumpió. Una figura morena, desde un rincón, intentaba gritar a través de los hilos que cosían sus labios. Prosiguió—: ¿Cuándo vas a matarla, querida?
—Aún no. Quiero que nos vea follar como tuve que verlos yo a ellos… una eternidad. 

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